Truena sobre Siria, truena sobre Lesbos, truena en el resto de Europa.

Truena sobre Siria, truena sobre Lesbos, truena en el resto de Europa.
Son truenos muy distintos. De guerra sobre el Éufrates. De tempestad en Lesbos. Truenos de atrezo en la otra Europa.
Las nubes pasan lentas, se hacinan las agujas en sus copas. Y llueve sobre el mundo. Llueve de forma interminable sobre las conciencias. Llueve y truena a diario una lluvia que moja, una lluvia de agua y de misiles, una lluvia de odio y xenofobia, una lluvia mortal y arrojadiza, una lluvia de mar y acusaciones.
Y en el cielo se agitan los nimbos y las ramas, los rayos que no cesan, las venas encendidas que arañan los paisajes, que siembran con su luz las sombras, que inmortalizan con su flash el miedo.
Primero suena el trueno con su voz antigua, imperativa. Después un frío e inquietante silencio. Luego el relámpago con todas sus raíces, con toda su metralla. Fundido en negro.
Y llueve sobre el mundo. Y se desborda. Y ríos de migrantes van a dar a la mar, que es el morir. Y todo está fuera del cauce debido. Y todo desemboca en una valla infranqueable, en alambres de espino y concertinas que limitan el curso. Falsos diques de gente en las fronteras.
Alguien arrastra muebles en el cielo, dice Neruda en un poema. Y mientras suena la tormena alguien arrastra sus escasas pertenencias allá en el horizonte, en esa intersección de cielo y suelo. Son muchos los que arrastran sus destinos, son como gotas de agua, son nube, son paisaje, son víctimas del trueno, niños hendidos por el rayo, como el olmo seco. Son hombres y mujeres que lloran y se mojan, que sueñan y que gritan, que ansían con vivir en acogida, lejos del cielo al descubierto.
Llegan por miles y millones, cruzan el mar a la intemperie, huyen del cielo de las bombas, del trueno de verdad, son hijos del exilio, desahuciados. Caminan sin saber si hay un camino. Vienen de Siria, Afganistán e Irak. Huyen del hombre de occidente. Huyen del íbex y del dólar. Huyen del odio y la codicia. Y no miran atrás, como lo hiciera Lot, por temor a morir entre recuerdos.
Caminan incansables con el pulso firme, con postales de horror en sus miradas. Pero en sus ojos late una promesa. Sueñan con un mundo posible, con un cielo de amor y de esperanza después de la tormenta. Pero al llegar aquí, a esta tierra prometida, son arrojados a la nada, tratados como escombros. Son las sobras del mundo. ¿Dónde están sus derechos? ¿Para qué sus gritos? ¿Con qué fin sus lamentos? Sólo quieren vivir, sólo quieren llegar, sólo quieren trazar su salvaguarda.
Pero son engañados por mafias y políticos, por hombres y mujeres que marcan sus destinos, que descorazonan sus sueños, que trafican sus vidas. ¿Dónde están esos niños que desaparecieron? No fue la tormenta, no fueron los truenos. ¿Dónde están? ¿Quién escucha sus gritos?
Son truenos muy distintos. De guerra sobre el Éufrates. De tempestad en Lesbos. Truenos de atrezo en la otra Europa.
Truena sobre Siria, truena sobre Lesbos, truena en el resto de Europa.
Y truena aquí, bajo este cielo, para exigir medias y paraguas, para exigir derechos. Para que refugiados y migrantes tengan pasajes válidos, seguros, no corredores de la muerte.
Queremos brazos frente a la intemperie, queremos voluntad y compromisos. Basta de tanta hipocresía. Basta de falsos argumentos. Basta de estigmas y de odios. Todos vivimos bajo el mismo cielo.
Que la lluvia y la tormenta calen hondo en nuestras vidas, que nos empapen por dentro. Que llegue el arcoíris. Que acabe este silencio. Que la calma despeje tantas nubes después de tanto trueno.
( Texto: Raúl Vacas Polo )
Asamblea de Apoyo a las Personas Migrantes
Salamanca
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